Recopilación: Cristián Salvo
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El poblamiento de imprentas en el nuevo mundo fue lento y sirvió, al menos durante 200 años, para esparcir la propaganda proveniente del reino hacia sus colonias. Como señala Toribio Medina "en América el control de los medios de expresión fue considerada materia de la máxima importancia, por lo tanto, la imprenta fue puesta al servicio de dos grandes propósitos, uno político y otro cultural".
A México arribó la primera imprenta en 1539, casi 100 años después de creada en un pueblo de Alemania y 25 años más tarde haría su aparición en el cono sur, específicamente en Lima, traída por Antonio Ricardo, personaje conocido sólo por ese evento.
Chile tendría que esperar algunos años más, ya que la imprenta no llegaría a estas lejanas tierras sino hasta fines del siglo XVII, y sería utilizada en algunas menudencias, particularmente en la impresión de naipes.
| Esta fue la imprenta que arribó al país en noviembre de 1811 y con la cual se imprimió la Aurora de Chile. Hoy se exhibe en la Biblioteca Nacional.
(Foto: Newtenberg.COM) |
En efecto, un oficio de la Real Audiencia de Santiago, fechado el 24 de marzo de 1696, da cuenta de la existencia de la fabricación de estos adminículos en le Reino de Chile que, en primera instancia, fueron creados con moldes de madera.
Posteriormente se le encargó al tallador José de los Reyes la creación de otros moldes, esta vez de bronce, a un precio de 180 pesos, valor que no fue aceptado por el artesano. Tras un juicio, que se prolongó por un año, la corte de entonces sentenció que el precio justo por el trabajo realizado por de los Reyes debía ser 480 pesos.
En esta imprenta, primero en moldes de madera y luego con los mismos de bronce, trabajaron como impresores los españoles Cristóbal de Castro, alférez y Marcos Rodríguez, como oficial de aquel, ganando 200 y 300 pesos al año, respectivamente.
Medina resalta estos primeros años en sus escritos, señalando que "en Chile los primeros impresos en circulación fueron series de naipes hasta que la autoridad puso fin a esta práctica en 1698. En 1747 arribaron al país una cantidad apreciable de hermanos coadjutores jesuitas provenientes del sur de Alemania. Dirigidos por el padre Carlos Heimhaussen, se instalaron en la hacienda de Calera de Tango, desarrollando una enorme labor industrial y cultural. El padre Heimhaussen traía con él todos los utensilios necesarios para imprimir (prensa, papel, operarios), pero no existe constancia de que llegara a poner en marcha una imprenta".
Cabe señalar que tras la expulsión de los jesuitas en 1767, sus materiales pasaron a la Universidad de San Felipe donde trabajó el impresor José Camilo Gallardo hasta que dejó de funcionar en 1802.
Si bien no existen datos anteriores a 1780 que sean certeros, varios autores presumen que con la apertura de la Casa de Moneda y con el arribo a estas latitudes en 1748 del tallador español, Manuel de Ortega y Balmaceda, comenzaron a circular algunos grabados y esquelas de convite.
Algunos historiadores, sin embargo, consideran como el primer impreso chileno al "Modo de ganar el Jubileo Santo", aunque se desconoce las circunstancias de su edición, datada en 1776. Otros, en cambio, afirman que el 5 de marzo de 1780 aparece el primer texto impreso el cual era una esquela de convite a un acto público.
El texto de la misma decía así: (las "f" equivalen a "s").
"El miniftro Protector del Real Colejio Carolino de efta ciudad, suplica a V. fe firva afistir a la Miffa, y Funcion que fe celebra el domingo 5 del corriente a las 9 de la mañana en la capilla del mifmo colejio: en accion de gracias por el digno plaufible afcenfo del Excmo. Señor don Aguftin de Jauregui, P. Gov. Y Capitan Jeneral de efte Reyno, y Vice-Patrono de dicho Real Colejio.
Señor don..."
Otro texto considerado como uno de los primeros impresos sería una invitación enviada por un distinguido estudiante del mismo colegio aludido, de nombre José Ignacio Gutiérrez, dirigida a varias personas para que asistiesen al establecimiento, con el fin de oir ciertas conclusiones teológicas que él debía defender.
Otro ejemplo, es un folleto de 16 páginas en cuartillas de 152 milímetros por 110 mm, que contenía las conclusiones del estudiante mencionado con antelación, el cual en su anteportada constaba con el escudo de armas del presidente Jáuregui y su portada comenzaba con la palabra Hesperiae.
Ahora bien, se cree -y esto se encuentra en el terreno de las especulaciones históricas expresadas tanto en los textos de Luis Miguel Amunátegui como en los de Toribio Medina sobre la materia- que fue el grabador de la Casa de Moneda de nombre Rafael Nazabal quien imprimió estos ejemplares referenciados, ya que se sabe que éste poseía una prensa de pequeñas proporciones, pues imprimía guías en dicha dependencia estatal.
Fue el ciudadano arequipeño José Miguel Lastarria -profesor de filosofía, cronología, matemáticas y maquinaria- que con su llegada a Chile, en 1777, trajo consigo las primeras letras de imprenta.
Se tiene constancia, gracias a un estudio de Luis Montt, llamado Bibliografía Chilena y editado en 1904, de otra imprenta a cargo de Fray Sebastián Díaz, segundo provincial de la Orden Dominica, con la que se imprimieron cinco reglamentos internos de la Recolección, todos de 1783. Destaca Montt que fue el propio Fraile quien manejaba el aparato traído desde Lima.
En tanto, el 4 de agosto de 1789 el Ayuntamiento se dirigió a la Corona Española con el fin de facilitar el traslado de una imprenta al país a costo propio. Si bien, el rey envió una carta señalando que se harían los trámites pertinentes para dicho efecto, la máquina nunca llegó a suelo chileno.
Siendo gobernador Mateo de Toro y Zambrano, Juan Egaña presentó un plan de gobierno en el que proponía la conveniencia de tener una imprenta con el propósito de uniformar la opinión pública a los principios del naciente gobierno.
En el plan Egaña le señaló al Conde de la Conquista que "convendrá en las críticas circunstancias del día costear una imprenta, aunque sea del fondo más sagrado, para unificar la opinión pública a los principios del gobierno. Un pueblo sin mayores luces, y sin arbitrios de imponerse en las razones de orden, puede seducirlo el que tenga más verbosidad y arrojo".
Así, la Junta de Gobierno de 1810 se comunicó con su homónima de Buenos Aires tanto para traer una imprenta como también para establecer un contacto entre las juntas de los nacientes países americanos. De esta manera, Egaña le envía la siguiente carta a la Junta bonaerense con la petición:
"A la Excma. Junta de Buenos Aires.
Santiago de Chile, noviembre 11 de 1810.
Excmo. Señor: La falta de una imprenta en esta capital, al paso que hace difícil la pronta publicación de aquellas providencias gubernativas que circuladas por todo el reino manifestarían con celeridad el celo del gobierno por su beneficio, tiene en la obscuridad y en el silencio muchos papeles y plumas interesantes que podrían ilustrar a la patria. YV.E nos permitirá la satisfacción de encomendarle por el primer paso de nuestra alianza se digne proporcionarnos a la mejor que pueda facilitarse, quedando esta junta responsable a todos sus costos y a la gratitud propia de los sentimientos que nos unen".
Esta carta, publicada por Benjamín Vicuña Mackenna en su libro sobre el coronel Tomás de Figueroa, da cuenta de los intentos para hacer llegar una imprenta proveniente del vecino país, esfuerzos que redundaron en el fracaso.
Empero, consta en los archivos históricos argentinos que no fue falta de disposición por parte de la junta platense que la imprenta no llegara a tierras chilenas. La muerte de Mariano Moreno, representante diplomático bonaerense en Londres y encargado de adquirir dicha máquina en el viejo continente, selló la suerte de dichas tratativas.
No sería hasta el año siguiente que los esfuerzos por conseguir una imprenta se hicieran fructíferos. En su Manifiesto de 1818, José Miguel Carrera señalaba que fue él quien realizó las diligencias para hacer llegar la ansiada maquinaria a nuestro país. No obstante, esta versión es contrariada por Antonio José de Irisarri quien le replicó a Carrera dicha atribución en el número 19 del periódico El Duende de Santiago, el 14 de diciembre de ese mismo año. Dice Irisarri:
"La primera imprenta - escribió Irisarri - fue traída de los Estados Unidos a pedimento de D. Mateo Arnaldo Hoevel en tiempo del Congreso, y aunque llegase en aquellos días mismos que los Carreras se habían rebelado contra la suprema autoridad, esto no les da ningún mérito. A los Carrera no les convenía semejante máquina en Chile, y por esto sólo estuvo ocupada en la gaceta de gobierno, que entonces se llamaba Aurora, hasta que la Junta, que depuso a aquellos tiranuelos, expidió el decreto de 23 de junio de 1813, puesto en el Monitor núm. 35, en que se declara la libertad de prensa".
| Detalle de la imprenta de la Aurora.
(Foto: Newtenberg.COM) |
Con todo, la máquina se embarcó conjuntamente con 3 expertos en su manejo, Samuel Burr Johnston, William H. Burbidge y Simón D. Garrison, en el puerto de Nueva York el 22 de julio de 1811 en la fragata Galloway y arribó en Valparaíso el 21 de noviembre del mismo año. Hoevel se la vendió al gobierno en la suma de 8.000 pesos, al parecer, una suma bastante considerable para la época.
Al año siguiente nace el primer periódico nacional a cargo de Fray Camilo Henríquez: Aurora de Chile. Este hecho ocurre casi 200 años después del lanzamiento en Alemania (Colonia) de la primera publicación periodística del mundo occidental de que se tenga memoria histórica llamada Zeitung, dirigida por Michel von Eyziger y que se entregaba al público semanalmente.
Fuentes consultadas:
- Escritos Políticos de Camilo Henríquez, recopilación e introducción de Raúl Silva Castro, Ediciones de la Universidad de Chile, 1960.
- Memoria Histórica sobre la Revolución de Chile desde el cautiverio de Fernando VII hasta 1814, Fray Melchor Martínez. Ediciones de la Biblioteca Nacional, 1964.
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