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EXTRACTO DEL SATELITE.
¿SOBRE que otros fundamentos mas solidos que la igorancia pudiera haber cimentado su sangriento trono la tirania ¿ ? Como pudiera explicarse sino à la luz de este principio la opresion en que muchos pluebos yacen sumergidos de largos siglos à esta parte? ¿ Como la ciega obediencia que prestan à la caprichosa voluntad casi siempre contraria á sus intereses, y siempre onerosa, de un hombre solo, que generalmente en nada se diferencia de los demas, como no sea en el mayor número de vicios ; y medios para satisfacerlos, y en la impunidad con que puede soltar la rienda á sus paciones, y abandonarse a todo el del crimen?
Solamente la ignorancia de los hombres pudiera haber recibido y consagrado en todos tiempos por principios eternos, las absurdas maximas inventadas por la ambicion, para exercer libremente el despotismo y perpetuar la exclavitud de los pueblos. Quando estas maximas son puramente politicas, su imperio no suele ser de muy larga duracion : una centella de luz basta para descubrir la falsedad en que se apoyan ; mas quando se envuelven y disfrazan con el velo de la religion ¡ desgraciado de aquel que intentase correrle! sus ministros clamarian : al blafemo! Al ímpio! El pueblo siempre superticioso le calificaria de sacrilego y perturbador de la tranquilidad publica ; y una persecucion inexorable seria el fruto de tan gloriosa empresa.
A esta clase de maximas pertenece la de que los reyes son puestos por Dios en la tierra : màxima abominable, que por heberse mirado generalmente entre nosotros como una parte del dogma, labró el vergonzoso yugo que cobardemente hemos sufrido por tan larga serie de años, y que no hubieramos sacudido tan facilmente, à no ser por la extraña combinacion de circunstancias que han mediado. La ambicion no es menos fertil en recursos y medios, que sagaz en aplicarlos. Los reyes poco satisfechos con el alto honor de ser los primeros honbres del estado, y aspirando siempre à salir de la esfera de hombres, digamoslo asi, y formar otra especie superior aparte, se han valido de todos los ardides imaginables para romper las trabas de las leyes, y hollarlas à su salvo : que tal es la propension y natural tendencia que tiene la autoridad à enchansar sus limites, que no puede sufrir freno ni sujecion alguna. Pero ¿cómo inculcar á los pueblos la obligacion de obedecer ciegamente sus mandatos, hora les viniese en voluntad disponer de las haciendas, hora se les antojase jugar con las vidas de los ciudadanos?