Fuente: Ejército de Chile

Libertador Capitán General Bernardo O'Higgins Riquelme

En la sección heroes militares, del sitio web del Ejercito de Chile, se encuentra la biografía de Bernardo O'Higgins.

En el crudo invierno de 1778, el día 20 de agosto, en una blanqueada y vetusta casa de adobes de Chillán Viejo, rasgó el aire el primer llanto de un niño. Nadie imaginaría en aquel momento que esa criatura tan pequeña, indefensa, sería el padre de una Patria libre; sería el heroico General que galoparía victorioso por los campos de Chile; sería el primer gobernante de la naciente República.

Era hijo de un irlandés al servicio de la corona de España, el entonces Intendente de Concepción don Ambrosio O'Higgins y de una "señora principal" de Chillán, doña Isabel Riquelme.

El misterio cae y cubre sus primeros años. Una reserva total acalla sus primeros pasos y apaga sus primeros balbuceos.

Sólo hay constancia de que en noviembre de 1782, a los cuatro años y dos meses de edad, un apuesto Oficial de la Colonia, acompañado de un Sargento y de un Cabo, lo sacó de Chillán, a lomo de su caballo y lo llevó a Talca, a casa del acaudalado comerciante y agricultor Juan Albano Pereira. Aquí fue bautizado; aquí recibió los cuidados y el cariño de la esposa de don Juan, doña Bartolina de la Cruz y aquí inició sus ,juegos infantiles con el hijo de aquel matrimonio, el que sería futuro sacerdote y gran amigo de O'Higgins, don Casimiro Albano de la Cruz.

Pasaron los años. En 1788 don Ambrosio fue nombrado Gobernador de Chile. Queriendo darle a su hijo una buena educación, primero lo envió a Chillán al "Colegio de Naturales"; luego a Lima al aristocrático colegio de San Carlos y por último al Viejo Mundo.

En 1794 se encontró en Cádiz, al lado de su tutor don Nicolás de la Cruz, pero a los pocos meses éste lo trasladó a Londres donde fue alojado en casa de los fabricantes de relojes Spencer y Perkins, quienes lo explotaron, entregándole sólo parte de las remesas que le enviaba periódicamente su padre.

Por espacio de cuatro años perfeccionó sus estudios en una academia de Richmond, cercana a la capital. Por aquel entonces conoció a Francisco Miranda -precursor de la Independencia de América hispana- y recibió de él preciosos conocimientos y consejos que después le servirían para tomar parte activa,en la lucha por la libertad de su Patria.

Regresó a Cádiz en 1799. El 3 de abril de 1800 decidió su regreso a América y se embarcó en la fragata "Confianza", pero ésta fue capturada por un barco inglés y O'Higgins, después de muchas vicisitudes, logró regresar a Cádiz, permaneciendo en España durante dos años más.

Al recibir la triste noticia del fallecimiento de su padre, acaecido en Lima el 18 de marzo de 1801, logró embarcarse nuevamente en abril del año siguiente. Llegó a Valparaíso el 6 de septiembre de 1802, después de ocho años de permanencia en el Viejo Mundo.

Antes de morir don Ambrosio alcanzó a testar en favor de su hijo la hacienda Las Canteras, con 16.689 cuadras y más de 4.000 cabezas de ganado. Don Bernardo hizo una visita a Lima para recibirse de su herencia.

Los años corrieron, O'Higgins alternó el campo con la ciudad. Fue nombrado Alcalde de Chillán en 1806, Subdelegado de la Isla de la Laja en 1810 y a principios de 1811, se alistó bajo las banderas de su Patria y a los primeros clamores de libertad e independencia, O'Higgins no titubeó, y reemplazando el arado por la espada, se dio a la tarea de organizar a los inquilinos de su hacienda para el combate.

El mismo, consciente de su falta de preparación militar, acudió al Coronel Juan Mackenna, a quien le pidió con singular modestia que lo instruyera sobre los conocimientos militares de que él carecía.

En Concepción asistió a reuniones clandestinas, donde Martínez de Rozas, como representante de la Logia de Cádiz, preparaba el ambiente para la Independencia. El ascendiente que supo inspirar lo llevó en 1805 a ser Regidor y Alcalde de Chillán, a organizar un cuerpo militar de insurgentes y a ser elegido Diputado por el partido de Laja en el primer Congreso Nacional.

Aunque O'Higgins no participó en los movimientos revolucionarios del 4 de septiembre, 15 de noviembre y 2 de diciembre de 1811 organizados por José Miguel Carrera, concordó con ellos participando en la Junta de Gobierno.

Cuando en 1813 se apoderaron los realistas de Los Angeles, se vengaron quemando las casas de su fundo, talando los campos y tomando prisioneras a su madre y a su hermana.

Pero O'Higgins, irguiéndose ante el infortunio, la pobreza y la destrucción, se presentó al Comandante en Jefe con 1.400 soldados instruídos por él mismo tomando parte en el Sitio de Chillán.

El 17 de octubre de 1813, a orillas del río ltata, en el lugar llamado "El Roble", Carrera, al mando de las bisoñas fuerzas patriotas, tuvo que lanzarse a nado para no caer prisionero. Era el momento de O'Higgins. Tomó el fusil de un soldado que cayó muerto a sus pies y con estentórea voz exclamó: "¡O vivir con honor o morir con gloria!, ¡El que sea valiente que me siga!". Este singular acto de arrojo y valor sirvió para que la sorpresa y la derrota de los primeros momentos se convirtieran en victoria para las fuerzas nacionales.

Por discrepancias con la Junta de Gobierno, Carrera renunció y propuso a O'Higgins como Comandante en Jefe del Ejército, quien como tal derrotó al adversario en los combates de "Quilo", "Membrillar", "Tres Montes" y "Guajardo". En "Quechereguas" obligó a los realistas a retirarse a Talca.

El desacertado gobierno de La Lastra, el vergonzoso Tratado de Lircay, Ia fuga de los Carrera de Chillán, donde fueron prisioneros de los realistas, la popularidad de José Miguel y el clamor del pueblo, determinaron que el 23 de julio Carrera derrocara a aquél y se constituyera en Presidente de la Junta. O'Higgins se opone y marcha con sus fuerzas a Santiago, siendo derrotado por Luis Carrera en "Tres Acequias" en agosto de 1814. Se refugió en la hacienda de Paula Jaraquemada, dispuesto a continuar la lucha, pero ante el desembarco de Osorio, que se había apoderado del territorio hasta Talca, se subordina con sus fuerzas a Carrera para preparar juntos la resistencia.

Así en Rancagua, los días 1 y 2 de octubre de 1814, solamente 1.800 patriotas con nueve cañones sufrieron durante 36 horas el asedio de 4.500 realistas y dieciocho cañones.

Carrera, con la División de Reserva, permaneció en las Bodegas del Conde, mientras O'Higgins y Juan José defendieron la línea del Cachapoal. Cuando Osorio, el 1 de octubre al amanecer inició el cruce del río, el mayor de los hermanos se refugió en Rancagua. El Libertador acudió a reforzarlo y, aunque tenía menor rango que el Brigadier Juan José Carrera, a petición de éste asumió el mando y la defensa de la plaza.

Después de un día de combate con muchas bajas, en que los realistas efectuaron tres asaltos, cortaron el agua e incendiaron la ciudad, O'Higgins envió al Comandante en Jefe el siguiente parte: "Si vienen municiones y carga la Tercera División, todo es hecho". Carrera respondió: "Municiones no pueden ir sino en la punta de las bayonetas. Al amanecer, hará sacrificios esta División". Verbalmente le mandó a decir que "como no se puede encerrar en la villa, le ayudará facilitándole la salida de las Divisiones".

Al aclarar, atacó la III División, la que fue detenida por la reserva realista, produciéndose el desbande de los reclutas armados sólo de lanzas y machetes, siendo inútiles los esfuerzos para evitarlo. A pesar de todo, don Bernardo siguió resistiendo; pero, ante el estallido de la munición, no pudo continuar y ordenó: "Monte a caballo el que pueda. ¡Nos abriremos paso a través del enemigo!"

El audaz General se decidió a romper el cerco y seguido por Freire y sus valientes dragones, cruzó cual ciclón entre las atónitas huestes realistas, rubricando así una de las páginas más sublimes de nuestra historia.

Así terminó la Patria Vieja y se inició la Reconquista, trasladándose el Libertador a Mendoza con los soldados que quedaron.

En Mendoza, O'Higgins colaboró a San Martín a organizar en El Plumerillo el poderoso Ejército Libertador, que inició su marcha en enero de 1817 -previa dispersión de los efectivos del Rey en el Valle Central que logró Manuel Rodríguez-, efectuando el cruce de Los Andes por cinco diferentes pasos, para concentrarse en Curimón, al sur del Aconcagua, frente al camino a Santiago por cuesta de Chacabuco, donde ocupaban posiciones los 1.400 soldados realistas que pudieron reunirse.

En su plan, San Martín consideraba una ofensiva frontal de O'Higgins con su División y otra envolvente., que realizaría el General Estanislao Soler con la suya, debiendo efectuarse ambas simultáneamente. Debido al atraso del argentino y para amarrar al adversario, don Bemardo inició el ataque: "¡Soldados!: ¡Vivir con honor o morir con gloria! ¡El que sea valiente que me siga! iColumnas a la carga!" La decisión del prócer definió la victoria. Consumada ésta, emergió la División de Soler.

El error de San Martín de no perseguir a los realistas significó su reorganización en el sur, el sitio de Talcahuano, Cancha Rayada, Maipo y la Guerra a Muerte.

Esta batalla demostró el temple de O'Higgins al proceder bajo su responsabilidad. El triunfo fue el resultado de la acción de las fuerzas de don Bernardo, sin dejar de reconocer la magnífica concepción estratégica de San Martín, al idear la operación.

Cuatro días después del triunfo de Chacabuco, el 16 de febrero de 1817, el Cabildo Abierto proclamó a O'Higgins como Director Supremo y una de sus primeras preocupaciones fue organizar la resistencia contra los realistas dirigidos por el Coronel Ordóñez, que dominaban el territorio desde el río Ñuble al sur.

Cuando el 6 de abril Freire ocupó Concepción, los españoles se refugian en Talcahuano, puerto que sitió al Libertador por seis meses, debiendo levantarlo debido al desgaste sufrido y la llegada de Osorio. Se retiró a Concepción y después al norte.

Después de "Quechereguas" y la marcha paralela de ambos ejércitos al norte, se produjo el desastre de "Cancha Rayada", en el que O'Higgins se destrozó el codo derecho. Sin considerar prescripción médica, viajó a Santiago, donde preparó la resistencia. En base a la División De las Heras, se concentraron las tropas en Ochagavía para dirigirse a "Maipú", donde el 5 de abril de 1818 se definió la Independencia. Allí acudió el prócer al mando de mil milicianos saludando al vencedor: "¡Gloria al salvador de Chile!" San Martín le contestó: "Chile no olvldará jamás al ilustre inválido que se presenta herido al campo de batalla".

Al trocar sus arreos de combate por la responsabilidad del gobernante, puso al servicio de la naciente República el caudal inagotable de su pureza de alma, su tesonero esfuerzo, su patriotismo sin reservas. Hizo de Chile "un Estado libre, independiente y soberano.... con plena aptitud para adoptar la forma de gobierno que más convenga a sus intereses", según consta en el acta de la Independencia de Chile, firmada el 1 de enero de 1818 y jurada el 12 de febrero del mismo año, en solemne ceremonia públic

Desde que fue designado Director Supremo de la Nación, los esfuerzos de O'Higgins se dirigieron a organizar la Primera Escuadra Nacional. "Este triunfo y cien más se harán insignificantes si no dominamos el mar", había dicho después de la victoria de Chacabuco.

El período en que le correspondió gobernar fue extraordinariamente dificil y delicado. Todo estaba por hacerse; las leyes e instituciones del régimen colonial debió readaptarlas al principio republicano y tuvo que estructurar un sistema social sobre bases más humanas e igualitarias. Nadie podrá quitar jamás a O'Higgins el mérito de haber sido, entre los próceres de América, uno de los pocos cuyas ideas republicanas fueron inquebrantables, oponiéndose tenazmente a cualquier sistema monárquico de gobierno, tan en boga entre los líderes americanos de ese momento.

El Libertador consideraba que una República era el único gobierno apropiado para nuestro país. Así lo exigían "nuestros juramentos y el voto de la naturaleza indicado en la configuración y riqueza que los distingue; si nuestros sacrificios no han tenido un objetivo insignificante; si los creadores de la revolución se propusieron hacer libre y feliz a su suelo", esto sólo se lograría con un gobierno republicano.

Esta República recitaba de nuevas leyes "Rodeados de felices circunstancias, coronados por la victoria, vengada la Patria, destruidos los gérmenes desorganizadores, restablecida en fin la paz interior, es ya tiempo, amados compatriotas míos, de que establezcamos los cimientos de un venturoso porvenir. Estáis hartos de gloria y de triunfos, ahora necesitáis instituciones y leyes... Es necesario aplicar remedios a males envejecidos, pesar y aumentar nuestros recursos, consolidar el crédito público, reformar nuestros códigos, acomodándolos a los progresos de la ciencia social y al estado de la civilización del país; circunscribir últimamente la autoridad dentro de ciertos y seguros límites que sean otras tantas garantías de los derechos civiles y den al poder público todas las facilidades de hacer el bien sin poder dañar jamás".

O'Higgins organizó la República en lo jurídico, educacional cultural y material. Tribunales de Justicia, de Administración, Colegios, Bibliotecas, Hospitales, Cementerio y urbanización de las ciudades. Su generosidad personal continuó, como en su primera intervención pública. Dos Constituciones honran su nombre: las de 1818 y 1822.

A estos documentos jurídicos se les une la creación de un Ejército y una Armada netamente chilenos, la creación de la Escuela Militar que aún conserva su notable mensaje "Para ser Oficial de Ejército no se exigen más pruebas de nobleza que las verdaderas que forman el mérito, la virtud y el patriotismo". Organizó también la Academia de Guardiamarinas.

Su fecundo período se caracterizó asimismo por la fundación de nuevas ciudades a lo largo del país, la organización de la policía urbana y rural, la transformación del basural de La Cañada en la Alameda que hoy lleva su nombre, y la fundación de numerosas obras públicas que son parte de su labor imperecedera.

En lo espiritual, lograda la Independencia en la acción de Maipú, prometió erigir un templo votivo en honor a la Virgen del Carmen, Patrona del Ejército de Chile; ordenó componer la nueva Canción Nacional, el Escudo de Armas de la República; fundó la "Orden al Mérito" para ciudadanos ilustres, que reemplazaría los títulos de nobleza y escudos de armas, que fueron suprimidos.

En lo educacional dispuso la reapertura del Instituto Nacional; fundó la Biblioteca Nacional; ordenó la fundación de escuelas primarias sostenidas por los cabildos y la fiscalización de las escuelas particulares existentes.

Consciente de que nada servía la Independencia de su Patria si las fuerzas chileno-argentinas no terminaban con el poder realista en su seno, organizó la Expedición Libertadora del Perú. ¡Cuántas amarguras e incomprensiones hubo de soportar en su preparación! En una proclama dirigida a sus compatriotas, la víspera de su partida, se desahogó: "Sólo la futura suerte de Chile ha podido sostener mi corazón y mi espíritu. Yo debí encanecer a cada instante. El que no se ha visto en estas circunstancias, no sabe lo que es mandar".

Desgraciadamente el asesinato de Manuel Rodríguez (26.V.1818), fusilamiento de los Carrera (Juan José y Luis el 8.V.1818 y José Miguel el 4. IX.1821), la arbitraria política del Ministro Rodríguez Aldea y de la Logia Lautarina, los roces con los otros poderes del Estado, la natural fatiga que el país sentía después de una larga guerra en que todo lo había entregado al ideal de la Patria, la falta de apoyo de Concepción, entre otras causas, determinaron el levantamiento de las provincias y la capital, pidiendo la dimisión del Director Supremo, quien abdicó el 28 de enero de 1823, después de 6 años de Gobierno, entregando la banda a una Junta (Eyzaguirre, Infante y Errázuriz). Aplausos y vítores de "¡Viva el General O'Higgins!" dieron término a la asamblea. Si grande fue el Libertador como soldado y como gobernante, fue sublime en el momento de su abdicación.

El 6 de febrero se trasladó a Valparaíso con su madre, su hermana y su pequeño hijo Demetrio. Posteriormente viajó al Perú alejándose voluntariamente de su Patria, sufriendo la ingratitud de su pueblo, pero con la satisfacción de haber dado a Chile la libertad.

El 28 de julio (1823) arribó a El Callao, radicándose en Lima en la calle Espaderos Nº 9 del Girón de la Unión, entre la Plaza y la Merced. Por no disponer de otras entradas, subsistió con el producto del cultivo de las haciendas Montalván y Cuiba, que le fueron obsequiadas durante el Gobierno Protectoral de San Martín por los servicios prestados al Perú.

En las últimas campañas, a petición de Bolívar, lo acompañó integrando el Gran Consejo de Generales. Al banquete de celebración de Ayacucho concurrió de civil, expresando: "Mi misión americana ha concluido. Ahora soy sólo ciudadano". En consecuencia, se dedicó a la labranza y a recorrer a caballo sus tierras. Sus amigos le escribieron desde Chile que regresara, porque Freire no podía evitar la bancarrota; pero se negó a participar en ninguna actividad revolucionaria.

Cuando Bulnes ocupó Lima, fue invitado a visitar los cuarteles, rindiéndosele los honores correspondientes a su jerarquía. Después de Yungay, su antiguo subalterno exigió al Gobierno le restituyera su grado de Capitán General, reparándose así una injustificada ingratitud. Cuando falleció su madre, en 1839, el Mariscal de Ancash y sus tropas le rindieron el homenaje que se debía. El General vencedor, para ayudar al Libertador a solventar urgencias económicas, le adquirió en $ 20.000 su hacienda Las Canteras, según consta en escritura extendida ante el escribano Baltazar Núñez del Prado, el 26 de enero de 1839.

Reiteradamente el Libertador escribió a Prieto y Bulnes recomendándoles ocupar el Estrecho de Magallanes para afianzar el dominio de Chile sobre la zona austral y que lo hiciera con chilotes, que eran los más adecuados para resistir la dureza del clima patagónico.

Lentamente transcurrieron sus años de exilio. La nostalgia de la tierra que lo vio nacer lo entristecía y lo consumía.

Aceptó emocionado el retorno a la Patria que le ofreció reiteradamente el Presidente Manuel Bulnes y en los febriles preparativos agotó sus últimas energías. Todo el año 1842 debería pasar entre El Callao y Lima. El ilustre proscrito ya no volvería a su hacienda de Montalván, a sus campos de azúcar y de alfalfa. Ya no oiría el diario trinar de los pajarillos ni vería el renacer primaveral de sus flores, ni las majestuosas puestas de sol en sus praderas. En su cotidiano batallar con la muerte que lo acechaba, un solo pensamiento le alentaría vigoroso y altivo: su regreso a la Patria, a la tierra de su nacimiento, de su infancia, de sus hazañas y de sus sueños.

Leves y momentáneas mejorías entibiaban sus mañanas y sus lentos atardeceres de Lima. Por último, a mediodía del 24 de octubre de 1842, el Libertador, alzándose levemente en su lecho de enfermo, pronunció en su susurro la palabra "Magallanes" y expiró. Pareció como que hubiera querido alcanzar, en su supremo esfuerzo, hasta el último confin de la Patria lejana.

Así murió el insigne visionario y héroe de tantas batallas, a quien con justicia se puede calificar como el más grande ciudadano, el primero de los chilenos y el más valeroso Soldado de la Patria chilena, al cual América hispana había reconocido en vida sus méritos.

Los títulos otorgados son testimonio de esa gratitud "Gran Mariscal del Perú"; "General de los Ejércitos de la Gran Colombia"; "Brigadier de las Provincias Unidas del Río de Plata". Agregados ellos al que le otorgó su patria, "Libertador Capitán General de Chile", que enmarcan el sólido pedestal del Altar de la Patria.

En 1869 Chile repatria los restos de su hijo ilustre. Las corbetas de guerra "O'Higgins", "Esmeralda" y "Chacabuco", al mando del viejo marino Manuel Blanco Encalada, las traen del puerto peruano Callao hasta Valparaíso. Sepultados en el cementerio general, en un mausoleo de mármol, esperaron hasta 1979, antes de ser trasladados donde hoy los venera su patria.

En el intervalo, la ciudadanía erigió por suscripción popular la estatua ecuestre que luce su gallarda apostura sobre el Altar de la Patria, cubierto permanentemente por la bandera Nacional y alumbrado por la "Llama de la libertad", que arde sin extinguirse jamás.

El Altar de la Patria fue construido por el Ministerio de Obras Públicas, de acuerdo a un Decreto Supremo del Presidente de la República, Capitán General Augusto Pinochet Ugarte. Fue inaugurado el 20 de agosto de 1979, cuando en solemne ceremonia, encabezada por el Presidente de la República y las más altas autoridades del país, se hizo el traslado de los restos del Libertador desde el Cementerio General al Altar de la Patria, frente al Palacio de La Moneda, sede del Gobierno Nacional.

Orientación Bibliográfica

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