Inventario que se realizó de la botica de los Jesuitas tras su expulsión en 1767

La botica de los Jesuitas

La botica de los Jesuitas fue la única de Santiago y también de Chile durante más de 150 años.

Ya funcionaba para el gran terremoto de mayo de 1647, pues, al decir del Obispo Villarroel, por efectos del sismo se perdieron no menos de tres mil ducados en vasos y drogas, quedando los pobres todos, sin reparo ni consuelo.

La botica quedaba en el quinto patio del edificio del Colegio Máximo de la Orden, en la manzana que hoy ocupa el Congreso Nacional; y a la fecha de expulsión de los jesuitas (1767) se entraba a ella por la puerta de la calle Morandé.

El aceite de alacranes, instalado en la oreja de los pacientes, mitigaba instantáneamente el dolor de oidos.

(Ilustración de Temo Lobos)

Al tiempo de la salida de los padres del país, hubo de hacerse un inventario de las drogas. Éstas estaban a cargo del Hno. José Zeitler, en una enorme sala cuyas estanterías contenían 311 cajones y dos sotanitos, quedando lugar para tres hornacinas: una para San José y las otras dos para sendas imágenes de la Purísima. Al frente se encontraba el doblado , con otra estantería, y en ella otros 127 cajones, cada cual con su tirante de fierro. Al lado, un tinglado con fiolas, retortas y alambiques. La botica poseía, entre drogas y preparaciones farmacéuticas, 916 productos, con los que se podía preparar toda suerte de recetas magistrales. Para guardar este arsenal, además de los mencionados cajones, había 677 frascos comunes, 178 limetas y redomas, 906 botas de estaño y peltre, 340 frascos de cristal con tapa de lo mismo y otros 19 con bocas y tapas de plata, 4 botes de plata, dos medidas, una cuchara y tres espátulas del mismo metal. Había también 10 alambiques, 4 retortas, 3 recipientes, 5 embudos, 5 orinales y un almirez, todo en vidrio de Bohemia y de España. De cobre y bronce había 22 peroles, un perforato, una caceta y 12 morteros con sus respectivas manos; además de pailas, sartenes, crisoles, lebrillos, tachos, olletas, tarros, cucharones, braseros, una canaleta para fundir piedra infernal , una escofina grande para escofinar huesos , un combo, una romana y varias balanzas, dos barretas, dos serruchos ingleses, tenazas, hachas, garlopas, barrenos, escoplos, formones, limas y varios martillos. También había un esqueleto muy bien conservado, y un embrión.

El Hermano Zeitler había prestado sus servicios a la Botica, día y noche (dormía en la pieza del lado de estos tesoros) durante más de 22 años, y aún después que el resto de los religiosos abandonó el país por efecto de la expulsión, debió permanecer cinco años, porque no había nadie capaz de hacerse cargo de un inventario tan copioso y de tan apreciable valor.

Fuente

Artículo de Ismael Espinosa publicado en el libro "La historia secreta de Santiago".